En una sociedad la
sexualidad está cubierta de prejuicios y de miedos, crecemos aprendiendo de
sexualidad de nuestros amigos, compañeros y pocas veces contamos con familiares
a los cuales acudir por información (esto cuando el miedo no es causado por algún
trauma como abuso sexual o violación).
Estamos
bombardeados de mensajes contradictorios, todo es sexualidad, en la publicidad,
el cine, el internet, todo es apertura y placer, pero en nuestras vidas
diarias, nuestra familia o en nuestra religión no nos permitimos vivir la
sexualidad más que cuando se cumplen ciertas reglas:
-La sexualidad sólo sirve para la procreación.
-La sexualidad sólo debe ser vivida por quienes estén casados.
-El placer sexual es inherente a los hombres, es un mito que las mujeres sientan placer.
Todos
estos prejuicios crecen con nosotros, algunos logramos romperlos, y apenas son
la punta del iceberg. Lo que nos atemoriza respecto al placer no viene
solamente de la sociedad o la cultura, nace de nuestras culpas, de nuestra autoestima y, peculiarmente, la mayor parte de
personas que sufren de este causante de disfunciones sexuales son las mujeres.
Durante nuestra adolescencia nos dedicamos a explorar nuestra
sexualidad. Los hombres, en esta doble moral en la que vivimos, tienen la
oportunidad de cambiar de parejas sexuales, de pedir contactos sexuales, se
espera que los hombres mantengan esta conducta en donde agrandar su experiencia
sexual es prioridad; no se dedican a explorar su capacidad de sentir placer,
sino la de dar placer y sumarlo a su autoestima o a su ego. Saben que lograr
una erección y una eyaculación es cosa fácil y jamás se cuestionan si es algo
normal, para ellos sentir placer es intrínseco del acto sexual.
Las mujeres no tienen la misma oportunidad de experimentar
sexualmente, si cambian de pareja sexual serán mal vistas, no sólo por los
hombres sino peor: entre ellas serán etiquetadas y muchas veces rechazadas. En
numerosas ocasiones aceptan entrar en prácticas sexuales para ser aceptadas o
queridas por sus parejas y al desconocer su cuerpo es difícil que sepan qué les
causa placer, incluso no consideran que el sentirlo sea algo necesario, creen
que el encontrar la satisfacción emocional y de pareja es más que suficiente.
Cuando han logrado superar las barreras de las etiquetas y se
deciden a buscar placer no se dan cuenta de que inconscientemente tienen miedo
a entregarse, a ser ellas mismas porque vivimos con ideas preconcebidas en las
que las mujeres que se entregan, que se dejan llevar o que le enseñan a su
pareja a tocarlas son “fáciles”. Si existe entrega durante el acto sexual, si
se experimenta el vivir en el aquí y en el ahora entonces es cuando más placer
se puede llegar a sentir, pero cuando se tiene miedo de ser vulnerable, de ser
“pecadora”, cuando se cree que la sexualidad es sólo para cierto tipo de
personas, entonces es cuando se crean disfunciones sexuales con etiología
psicológica.
La educación que se recibe en el hogar, en la escuela, en la
calle y en todas las circunstancias sociales conforman la personalidad y todas
las creencias, actitudes y conocimientos que tendrán una profunda influencia en
el comportamiento del individuo, por lo que las consecuencias sobre el comportamiento
y la respuesta sexual dependerán de la forma en que se aborde la sexualidad
desde el punto de vista social y educativo. Y todo esto se debe de tomar en
cuenta para el diagnóstico y terapia de las disfunciones sexuales.
Por ejemplo, Masters y Johnson en sus investigaciones de 1978
señalaron que las ideas religiosas ortodoxas son la causa de un gran número de
disfunciones sexuales, mientras que O’Conner y Stern en 1972 encontraron en el
30% de sus pacientes un antecedente de educación represiva de la sexualidad y
en el 25% de sus pacientes la sexualidad nunca era mencionada en sus familias.
En México se encuentran una o ambas situaciones en más del 80% de la población,
lo cual se constata al observar que prácticamente todas las mujeres que acuden
a una clínica de disfunciones sexuales presentan una exacerbada ansiedad por la
sexualidad.
Disfunciones sexuales
Algunas de las disfunciones sexuales con origen psicosocial
(siempre se debe descartar en primer lugar un origen físico) en las mujeres
son:
Apatía y disritmia sexuales
Las principales causas psicosociales de la apatía y de la
disritmia sexual se originan en la educación y en las experiencias traumáticas
vividas.
La familia, como principal vehículo de la educación, puede
reproducir tabúes y prejuicios en donde no se tolera ninguna discusión abierta
de la sexualidad: la desnudez está formalmente prohibida. A esta estructura
familiar puede corresponder una figura paterna tiránica y todopoderosa que
censura y selecciona la información o las formas de diversión propias de una
“familia decente”, lo cual en un futuro puede ser la base de una apatía,
disritmia o aversión sexual.
La
religión, como esquema de comportamiento, provee lineamientos que ubican a la
sexualidad de la mano del pecado. Este precepto aleja a la mujer de la
posibilidad de búsqueda de intercambio sexual con fines distintos a los
reproductivos y esta problemática también sienta las bases para el desarrollo
de la apatía, disritmia o aversión sexual.
Experiencias traumáticas: Algunas experiencias sexuales desagradables previas pueden condicionar al individuo a reprimir cualquier manifestación de deseo.
Experiencias traumáticas: Algunas experiencias sexuales desagradables previas pueden condicionar al individuo a reprimir cualquier manifestación de deseo.
Otra circunstancia traumática puede ser la que sufren los niños
de cualquier edad que fueron atacados sexualmente por un adulto, incluso miembro
de la familia y hasta en ocasiones los mismos padres.
Una primera experiencia sexual frustrante, dolorosa o sucesivos
episodios sexuales con esas mismas características también pueden condicionar
la negativa de muchas mujeres a considerar siquiera la posibilidad de disfrute
en una relación sexual.
El estrés: Desde el punto de vista clínico, cada vez son más las
personas que acuden a consulta quejándose de apatía sexual o de un deseo sexual
inhibido, y después de realizar algunos exámenes se ha reconocido al estrés
como la causa de estas disfunciones.
El estrés es uno de los peores enemigos de la sexualidad. La
gente estresada realiza sus actividades diarias sin placer porque no se da
tiempo para disfrutar de su cotidianeidad y menos aún de su sexualidad. Un alto
nivel de estrés motivado por el exceso de trabajo o por la acumulación de
cansancio, impide que nuestro organismo sea capaz de reconocer un estímulo
sexual efectivo para comenzar a interactuar sexualmente con nuestra pareja.
En México, el principal factor que hace que el estrés sea la
causa de la apatía sexual es el cansancio provocado por la actividad laboral,
en segundo lugar está la falta de tiempo y en tercer lugar la angustia y la
tensión.
Aversión sexual
Es una manifestación clínica extrema de la apatía sexual o de la
inhibición del deseo sexual, que se caracteriza por una reacción negativa ante
todos los aspectos de la sexualidad. La aversión sexual puede estar relacionada
con un compañero específico, en donde el carácter fóbico de la reacción aparece
en las manifestaciones psicosomáticas que generalmente se le asocian como
sudores, náuseas, diarreas, palpitaciones, etc.
El rechazo de actividades sexuales específicas como por ejemplo
las caricias orogenitales o anales, no son suficientes para diagnosticar una
aversión sexual. A ello debe agregarse un disgusto irracional y una angustia
abrumadora ante el pensamiento del contacto sexual. En estos casos, tan sólo el
pensar en tener relaciones sexuales produce más ansiedad que la realización misma
del acto.
Este síndrome no necesariamente es disfuncional, ya que las
mujeres que lo padecen en muchos casos son perfectamente capaces de llegar al
orgasmo, por lo que su función erótica no está necesariamente dañada. A menudo
conllevan una perturbación de su esquema corporal cuyo origen se remonta a la
adolescencia, por ejemplo por el llamado hirsutismo (exceso de vello corporal),
falta en el desarrollo del pecho, obesidad, presencia de acné, etc. que a sus
ojos las hacen incapaces de sentirse deseadas, por lo que evitan toda actividad
sexual.
Respecto a su infancia, no es raro encontrar traumas
psicológicos originados por los resultados sociales del incesto y del abuso
sexual infantil. Estos episodios tienen mayor efecto cuando se han vivido con
ambivalencia emocional de excitación y culpabilidad, situación que es más común
de lo que se imagina.
Un rompimiento doloroso del himen también puede originar una
asociación entre sufrimiento y sexualidad. El miedo al embarazo es otro factor
importante como una causa psicosocial para la presentación de la aversión
sexual.
Hipolubricación
Se define como un estado recurrente y persistente de sequedad
vaginal parcial o total durante el acto sexual, y constituye la causa más común
de dispareunia o dolor vaginal.
Usualmente las mujeres que padecen este síntoma preservan su
deseo sexual incluso con aptitud para el orgasmo, sin embargo, permanecen secas
en condiciones de estimulación que serían suficientes para la mayoría de las
mujeres. En estas condiciones, la penetración vaginal significa una relación
incómoda y dolorosa que por lo tanto puede inducir dispareunia, vaginismo e
inhibición del deseo sexual.
En nuestra cultura, en donde la mujer no está autorizada a gozar
y tanto los escenarios familiares como los tabúes culturales inhiben su proceso
de excitación, es común encontrar mujeres que lubrican perfectamente durante
los juegos preliminares pero la producción de estas secreciones cesan a partir
de la penetración vaginal, por haber sido condicionadas para sólo aceptar las
caricias y los juegos sexuales pero no así el coito.
Al mismo tiempo se puede afirmar que, independientemente de la
edad de la mujer, en la medida que ésta no ejerza su sexualidad con regularidad
se presentará una disminución en la lubricación vaginal.
Como causas domésticas podemos mencionar a las exageradas
usuarias del jabón en la higiene de los genitales, al uso indiscriminado de tampones
y de óvulos espermaticidas irritantes.
Anorgasmia
La angustia es la principal responsable de muchas anorgasmias
temporales, entendiéndose por angustia una respuesta anticipada a un peligro.
Puede relacionarse con la propia personalidad de la mujer o con la actitud
crítica del compañero, y en este contexto las principales situaciones que
provocan angustia son:
1.
El fracaso sexual.
2. El miedo a perder el control de sí.
3. El miedo a ser rechazada por el compañero(a).
4. La observación obsesiva de sí misma.
2. El miedo a perder el control de sí.
3. El miedo a ser rechazada por el compañero(a).
4. La observación obsesiva de sí misma.
Cuanto más miedo tiene una mujer de perder el objeto de su amor,
más dificultad tiene para gozar. Este clima de inseguridad reedita a menudo un
conflicto que tiene sus raíces en la infancia. La capacidad orgásmica de una
mujer está en estrecha relación con los recuerdos que tiene de la actitud de su
padre para con ella: exigente o autoritaria, indiferente o tolerante. Parece
lógico que las sensaciones despertadas por la confianza manifestada por la
primera figura masculina de su vida, puedan influir sobre sus relaciones
sexuales futuras.
El único factor indiscutiblemente relacionado con la aptitud
orgásmica es la década de nacimiento de la mujer: cuanto más adelantado estaba
el siglo cuando ella nació más posibilidades tiene de gozar, ya que las mujeres
más jóvenes son las más susceptibles de dejarse impregnar por las modas
hedonistas, y la actitud narcisista de nuestra época disipa las últimas
manifestaciones puritanas de la era victoriana.
Vaginismo y dispareunia
El
vaginismo es el cierre de la vagina, impidiendo la entrada del pene. La
dispareunia es el dolor al ser penerada.
El espasmo del vaginismo y el dolor de la dispareunia generalmente son la representación simbólica en el plano físico de conflictos más o menos inconscientes, pudiendo quedar implicada toda la personalidad de la consultante.
El espasmo del vaginismo y el dolor de la dispareunia generalmente son la representación simbólica en el plano físico de conflictos más o menos inconscientes, pudiendo quedar implicada toda la personalidad de la consultante.
Los
principales conflictos que originan este síndrome son los siguientes:
• La culpabilidad.
• El disgusto.
• La agresividad.
• El miedo.
• La culpabilidad.
• El disgusto.
• La agresividad.
• El miedo.
Del análisis de estas cuatro posibilidades se deduce que
prácticamente todas las mujeres están expuestas a sufrir de vaginismo,
dispareunia o de ambas, pues aún hoy en día las condiciones están dadas para
que sigan a merced de la desinformación culpabilizadora.
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